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IPS Writers in the Blogosphere » mujeres https://www.ips.org/blog/ips Turning the World Downside Up Tue, 26 May 2020 22:12:16 +0000 en-US hourly 1 http://wordpress.org/?v=3.5.1 ¿Femicidio, feminicidio? El genocidio necesita un nombre en América Latina https://www.ips.org/blog/ips/%c2%bffemicidio-feminicidio-el-genocidio-necesita-un-nombre-en-america-latina/ https://www.ips.org/blog/ips/%c2%bffemicidio-feminicidio-el-genocidio-necesita-un-nombre-en-america-latina/#comments Mon, 16 Aug 2010 20:34:37 +0000 Gender Masala http://www.ips.org/blog/mdg3/?p=1517 Por Diana Cariboni

Mi pregunta fue por qué en algunos países se llama femicidio y en otros feminicidio al asesinato de mujeres por razón de su sexo. Las feministas reunidas en San Salvador, en un taller organizado por el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la [...]]]> unos_cuantos_piquetitos_frida_khalo_blog12agostoPor Diana Cariboni

Mi pregunta fue por qué en algunos países se llama femicidio y en otros feminicidio al asesinato de mujeres por razón de su sexo. Las feministas reunidas en San Salvador, en un taller organizado por el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem), me mostraron que no era cuestión de una palabra u otra, sino una polémica no zanjada.

La palabra proviene del inglés “femicide”, concebido por feministas estadounidenses para referirse a los asesinatos de mujeres que forman parte del amplio esquema de la violencia de género. Pero su traducción simple a “femicidio” omite esas dimensiones, según la antropóloga y política mexicana Marcela Lagarde.

Lagarde acuñó e introdujo el feminicidio como delito en el Código Penal y la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, vigente en México desde febrero de 2007, bajo la forma de “violencia feminicida”.

Dice la versión española del último glosario de género de IPS:

Se trata del asesinato de la mujer en razón de su género, por odio hacia las mujeres, por rechazo a su autonomía y su valor como persona o por razones de demostración de poder machista o sexista. El feminicidio incluye una connotación de genocidio contra las mujeres. Por esta razón se prefiere feminicidio a femicidio, un término que hace referencia a todos los homicidios que tienen como víctima a una mujer, sin implicar una causa de género.

Pero, desafortunadamente, la discusión no se termina allí. En Costa Rica se tipificó el delito de femicidio. En Chile se habla de hacer algo similar.

Las autoras de “Femicidio en Costa Rica 1990-1999”, Ana Carcedo y Montserrat Sagot, hablan de este crimen en su país y señalan:

“La muerte de mujeres a manos de sus esposos, amantes, padres, novios, pretendientes, conocidos o desconocidos no es el producto de casos inexplicables o de conducta desviada o patológica. Por el contrario, es el producto de un sistema estructural de opresión. Estas muertes son femicidios, la forma más extrema de terrorismo sexista, motivado, mayoritariamente, por un sentido de posesión y control sobre las mujeres”.

Y agregan que el término femicidio “remueve el velo oscurecedor con el que cubren términos ‘neutrales’ como homicidio o asesinato”. Más aún, dicen, el femicidio ha sido definido “como una forma de pena capital que cumple la función de controlar a las mujeres como género… una expresión directa de una política sexual que pretende obligar a las mujeres a aceptar las reglas masculinas y, por lo tanto, preservar el statu quo genérico”. Sí, suena como genocidio, genocidio de mujeres.

En este punto, a la gente de a pie se nos complica entender los matices entre uno y otro término. Y ya no sabemos si vale la pena la discusión.

Lo dijeron varias activistas en el taller de Cladem: no perdamos más tiempo en las sutilezas.

En Chile es una muerta por semana, en Uruguay, una por mes, y en Perú se registran 12 cada 30 días. En un solo lugar de México, la norteña ciudad de Juárez, unas 800 mujeres cayeron víctimas de crímenes machistas de inusitada saña, desde 1993. Así se convirtieron en emblema, aunque las cifras empalidecen ante Guatemala: más de 3.500 feminicidios en cinco años, unos 700 por año, más de uno al día… ¿Necesitamos una o muchas palabras, para ponerles fin?

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Las terroristas suicidas https://www.ips.org/blog/ips/las-terroristas-suicidas/ https://www.ips.org/blog/ips/las-terroristas-suicidas/#comments Tue, 13 Apr 2010 15:50:24 +0000 Gender Masala http://www.ips.org/blog/mdg3/?p=1420 Diana Cariboni

MONTEVIDEO.- Cada vez que aparecen noticias sobre mujeres que se inmolan en sangrientos ataques terroristas, se me despierta la misma mezcla de sorpresa y horror.

Lo sentí también toda vez que supe de acciones similares cometidas por hombres, amargamente más comunes en las últimas décadas. Pero la sensación de [...]]]> black_widows2Diana Cariboni

MONTEVIDEO.- Cada vez que aparecen noticias sobre mujeres que se inmolan en sangrientos ataques terroristas, se me despierta la misma mezcla de sorpresa y horror.

Lo sentí también toda vez que supe de acciones similares cometidas por hombres, amargamente más comunes en las últimas décadas. Pero la sensación de que las mujeres, aún las más desesperadas, estábamos a salvo de esa terrible forma de protesta, ¿es parte de la imagen sexista que tenemos del mundo?

El 29 de marzo, dos bombas en el metro de Moscú mataron a 40 personas y dejaron a 121 heridas.

Dos mujeres musulmanas hicieron estallar cargas explosivas que llevaban adheridas a sus cuerpos: Maryam Sharipova, una profesora universitaria de informática de 28 años, y Dzhanet Abdurakhmanova, una joven de 17 años presuntamente viuda de un militante separatista abatido por las fuerzas rusas.

La prensa insiste en que las dos eran viudas, aunque el padre de Sharipova dijo a la agencia AP que eso no tenía sentido, que su hija siempre había vivido en la casa paterna y que iba desde allí a la universidad, que era toda su vida.

Es que las versiones más difundidas, que llaman a estas atacantes “Viudas Negras” las describen como movidas por el deseo de vengar a sus familiares muertos o por la desesperación en que cayeron tras ser violadas o humilladas por las tropas rusas. Otro apunte frecuente es que son dirigidas por terroristas varones que las controlan a su entera voluntad.

La violencia en el Cáucaso Norte no es nueva. En esa región montañosa entre los mares Negro y Caspio, una cantidad de pueblos diversos luchan desde hace más de dos siglos contra la dominación rusa.

Pero los análisis coinciden en que las dos guerras de los años 90 entre Rusia y la pequeña e independentista Chechenia han deteriorado profundamente la situación de esa zona.

Derrotado en 1996, Moscú invadió Chechenia en 1999, abriendo una ola de atentados que se fueron mudando a territorio ruso y a objetivos civiles.

En Chechenia, las condiciones de vida se agravaron: creciente pobreza, violencia, violación masiva de los derechos humanos. ¿Eso es suficiente para que un grupo de personas se vuelque al terrorismo suicida? ¿Y por qué tanto mujeres como hombres han tomado esa opción en el Cáucaso?

“Ustedes están sufriendo un mal día, pero nosotros llevamos sufriendo 10 malos años”, le dijo una Viuda Negra chechena a un rehén ruso en el ataque al teatro Dubrovka de Moscú, en octubre de 2002.

Con esa cita, la investigadora Elizabeth Frombgen abre su artículo “Burkas, Babushkas, and Bombs: Toward an Understanding of the ‘Black Widow’ Suicide Bombers of Chechnya” (Burkas, babushkas y bombas: hacia una comprensión de las terroristas suicidas Viudas Negras).

El uso checheno de tácticas terroristas fue adoptado en 1995, cuando fuerzas de ese país tomaron rehenes en un hospital ruso. La primera vez que una mujer chechena se explotó en nombre de la causa nacionalista fue en junio de 2000. Ese fue también el primer acto terrorista de carácter suicida en el conflicto.

Desde entonces, más de 60 chechenas tomaron parte en ataques suicidas.

La información disponible sobre el perfil de las Viudas Negras tiene un denominador común: su juventud. Dentro del grupo cuya identidad es conocida, la mayoría tienen menos de 30 años. No todas eran religiosas, no todas habían perdido familiares en la guerra contra Rusia. Tampoco vivían en una pobreza abyecta ni hay datos de que hubieran sido violadas por uniformados rusos.

La lectura feminista que proponen algunos señala que la experiencia de las dos guerras afectó el rol de género de las mujeres de tal modo que pudo haber contribuido a una politización mediante el martirio terrorista.

Se trataría de una forma de participación política que aparece “debido a las experiencias femeninas en tiempos de guerra, como la ausencia de los hombres y la necesidad de ocupar nuevos roles que antes eran masculinos”, afirma Frombgen.

Pero esto sólo se manifiesta en “situaciones en las que hay una historia de terrorismo o ataques suicidas conducidos por hombres”, pues experimentar la guerra, las privaciones y las pérdidas no produce en forma automática “mujeres terroristas suicidas”, agrega.

La cultura y forma de vida de los pueblos autóctonos del Cáucaso son muy diferentes a las de Rusia, señala Nino Kemoklidze, candidata a un doctorado en el Centro de Estudios Rusos y Centroeuropeos de la Universidad de Birmingham en el artículo “Victimisation of Female Suicide Bombers: The Case of Chechnya (La victimización de las terroristas suicidas: el caso de Chechenia).

La célula de esa sociedad es el clan, “teipy”, una estructura cerrada y patriarcal. Su cultura e historia se construyeron en torno de los relatos de la “bravura” masculina de sus guerreros.

Los matrimonios están prohibidos dentro del teipy. En un “complejo sistema matrimonial inter tribal” los cuerpos femeninos son convertidos en “mercancía y objeto de intercambio político”.

En los 75 años de vigencia del régimen soviético esta estructura se debilitó, pero sus tradiciones y las normas islámicas consuetudinarias se siguen sintiendo hoy.

Una prueba de ello, dice Kemoklidze, es la tradición de “robar” una mujer para esposarla o aquella otra de la poligamia, ejercida en defensa del crecimiento demográfico.

Pese a la “equidad de género” proclamada por la Unión Soviética, incluso en ese período las mujeres fueron cosificadas. Como las regiones con alta natalidad eran recompensadas con mayores oportunidades de empleo y otros beneficios y subsidios, las chechenas debían parir muchos hijos. Servían, por tanto, como “objetos de ganancia económica”.

Incluso durante los 13 años de deportación ordenada por Stalin, la natalidad chechena permaneció elevada, quizás como una deliberada manifestación de nacionalismo ante al intento etnocida del estalinismo.

Nos dice Kemoklidze que tomemos en cuenta esta compleja estructura social en la que se mezclan tradiciones tribales, musulmanas y soviéticas, para entender el actual conflicto y el papel de las mujeres.

Más que nada, insiste, las mujeres eran percibidas como bienes de ganancia política o económica, con sus cuerpos permanentemente comprometidos en intercambios tribales, en el teipy, o dedicados a sostener la recompensada natalidad soviética.

¿Cómo es posible entonces que esta sociedad permitiera la formación de una identidad femenina terrorista y suicida? ¿Que las mujeres abandonaran su fin supremo, dar vida y nutrirla, para asumir la más masculina de las empresas, la guerra?

Pero es que desde que se hizo estallar la primera terrorista suicida moderna, en Líbano en 1985, todos los episodios siguientes se produjeron en sociedades machistas y patriarcales: Palestina, Turquía, Sri Lanka, Iraq y Chechenia.

Es que ni las mujeres son “esencialmente” pacifistas ni las condiciones sociales son favorables a otro tipo de participación, arguye Kemoklidze.

Los medios de comunicación han jugado un papel importante en describir a las suicidas como “víctimas desesperadas” del terrorismo checheno, “drogadas” o “con el cerebro lavado”. O bien como víctimas de violaciones sexuales en manos de las tropas rusas, con esposos o hermanos brutalmente torturados. De pronto se convierten en personajes que casi despiertan simpatía.

La autora no niega que algunas de esas razones movilicen a los chechenos a la violencia, sean hombres o mujeres. Pero, advierte, el mundo occidental, que acusa al Islam de “una estricta demarcación social”, termina “atrapado en una visión con cristales similares”.

La agresión sigue siendo territorio masculino, mientras las “mujeres violentas sufren desequilibrios mentales o están poseídas por un mal inimaginable”.

Este mito nos impide entender la violencia y sus complejidades. En casi todos los actos terroristas chechenos ha habido mujeres. Fueron muchas las que detonaron bombas en estaciones de metro, autobuses y aviones, matando a decenas o cientos de personas. “¿Qué son esas mujeres, sino actoras de esta guerra brutal?”, se pregunta.

Las Viudas Negras no luchan sólo por venganza o por una tragedia personal. Y al hacerlo, quizás indirectamente o sin intención, “desafían las fronteras de los géneros… transgreden la profunda división entre lo público y lo privado”, afirman Nickie Charles y Helen Hintjens.

No se trata de justificar los crímenes, las muertes, las explosiones. La nueva forma en que algunas mujeres se vinculan con la violencia “no puede ser indicador de progreso hacia la equidad de género”, advierte Cindy Ness.

Si hay algo que la violencia no proporciona es justicia y equidad.

]]> https://www.ips.org/blog/ips/las-terroristas-suicidas/feed/ 0 Sherezade y el sultán, en el siglo XXI https://www.ips.org/blog/ips/sherezade-y-el-sultan-en-el-siglo-xxi/ https://www.ips.org/blog/ips/sherezade-y-el-sultan-en-el-siglo-xxi/#comments Fri, 12 Feb 2010 15:42:04 +0000 Gender Masala http://www.ips.org/blog/mdg3/?p=1304 Diana Cariboni

817478sherezade1Espero entre indignada y divertida el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer… El anterior me deparó una pasmosa sorpresa. Sobre mi escritorio había una enorme rosa de pétalos amarillos y bordes rojos y una tarjeta dirigida a las mujeres del siglo XXI, en su día.

“Las mujeres han seducido a los literatos, han vuelto frescos a los piadosos, han empobrecido a los ricos…” “… para ellas se construyen los palacios, se tienden las cortinas, se compran los esclavos y corren las lágrimas…” “para ellas son el almizcle, las joyas y el ámbar, por su causa se reúnen los ejércitos, se construyen los cuarteles, se almacenan las provisiones y se cortan los cuellos…”

El texto es una cita de “Las Mil y Una Noches”, la célebre compilación de cuentos árabes del siglo XI. Y el remitente del supuesto elogio al eterno femenino, Random House Mondadori.

¿Por qué escogieron este texto los encargados de relaciones públicas de Random House Mondadori? Apuesto que les pareció un conjunto de alabanzas y zalamerías exóticas, impactantes y perfumadas.

Pero, ¿cuál es la imagen femenina que describen estas citas? Una creada en el medioevo por el mundo masculino. La mujer era capaz de enloquecer o arruinar al hombre, de hacerlo embarcar en las empresas más locas, audaces y crueles, un ser por el que valía la pena saquear, esclavizar, matar…

Ese ser, casi mítico, funcionaba como justificación literaria y poética de las reglas de juego que regían el mundo masculino de entonces: el dominio a toda costa y la acumulación de territorios y riqueza.

Las mujeres reales de esa época, a las que se dirigían esos dudosos elogios, permanecían, por ejemplo, esclavizadas en un harén.

“Las Mil y Una Noches” es un relato que da a pie a otro: El sultán Shahriar asesina a su esposa cuando descubre que le es infiel y, a partir de entonces, ordena que se le presente cada día una nueva mujer, que pasa con él la noche y al amanecer es ejecutada.

Una locura cruel. Pero con nuestros ojos del siglo XXI podemos verla como lago más: una perfecta muestra de violencia sexista, perpetrada con total alarde de poderío.

Entonces, la joven Sherezade rompe ese círculo de muerte: urde el plan de fascinar al sultán con el relato de un cuento y dejarlo inconcluso justo al amanecer, con la promesa de terminarlo a la noche siguiente. Así logra sobrevivir mil noches y, al final, consigue que el castigo le sea perdonado a ella y a todas las que la hubieran seguido.

Sherezade es un símbolo, como lo es el sultán. Hoy, la elección de la cita elegida por el gigante editorial también tiene significado simbólico.

Random House Mondadori Sociedad Anónima es, según su propia definición, uno de los líderes en edición y distribución de contenidos escritos en lengua española.

Es un emprendimiento de riesgo compartido entre Random House, división editorial de Bertelsmann AG, la mayor empresa internacional de comunicación, comercio electrónico y contenidos interactivos, y Mondadori, editorial que posee un tercio del negocio de libros y revistas en Italia, una de las propiedades del primer ministro italiano Silvio Berlusconi.

Random House es el mayor grupo editorial del mundo.

Desde 2001 forman parte de Random House Mondadori todos estos sellos:

Areté, Beascoa, Caballo de Troya, Debate, DeBolsillo, Collins, Electa, Grijalbo, Lumen, Mondadori, Montena, Plaza & Janés, Rosa dels Vents, Sudamericana.

Distribuye y exporta sus títulos a más de 45 países de América Latina, Asia, Europa y Estados Unidos.

Bertelsmann AG opera en 63 países y da empleo a más de 100.000 personas. Posee empresas de radiodifusión, editoras de revistas y de libros, sellos discográficos, el mayor grupo de distribución de libros y de música, logística, diseño y contenidos multimedia, entre otros negocios.

Literalmente, grupos como Bertelsmann AG tienen el poder de imponer ideas, modelos, contenidos. Decenas de miles de periodistas, escritores y comunicadores trabajan para estas empresas.

Pero su influencia va mucho más allá, porque crean y sostienen cultura y formas de ver, que se reproducen fácilmente en cada sala de redacción, por pequeña que sea. Y en cada calle. Son un posmoderno sultán Shahriar.

¿Qué es lo mínimo que la sociedad de hoy debería exigir a medios tan poderosos? Por lo menos que los contenidos con los que dejan semejante huella cultural sean un reflejo de este mundo, el del siglo XXI, y no uno del siglo XI.

Claro, este mundo no es precisamente un mar de rosas.

Las mujeres siguen siendo objeto de violencia y atropellos, aunque ya quede mal decir que todo se hace en nombre de su belleza. Y la presencia femenina sigue siendo poca y distorsionada en los medios de comunicación.

El 10 de noviembre del año pasado, el Proyecto de Monitoreo Global de Medios llevó a cabo su cuarta investigación para evaluar “cómo ha ido cambiando la representación de género en los medios de comunicación” de distintas regiones del mundo. Los resultados estarán listos a tiempo para la conferencia que las Naciones Unidas celebrarán en marzo, en Nueva York, con motivo de los 15 años de la Cumbre de Beijing.

Algunos resultados del estudio anterior, de 2005, indican que las mujeres eran apenas 21 por ciento de los actores de las noticias (y los hombres el restante 79 por ciento), 17 por ciento de las fuentes expertas y 14 por ciento de las portavoces, pero duplicaban a los hombres entre las fuentes que eran víctimas.

En fin, no necesitamos más sultanes, ni tampoco queremos más Sherezades. Necesitamos estar alerta.

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